lunes, 21 de diciembre de 2009

Prólogo (avec une petite histoire)

Autor: El Sapo-Lobo-Hombre

Nota: Si bien no un relato de terror clásico, este escrito dejara a más de uno conmocionado.

Descripción: Prólogo del futuro libro "Cuentos obtusos narrados por un eremita imposible". Breve soliloquio de un ermitaño muy particular que, acompañado de una insólita anécdota, nos explica el porqué de su autoexilio y nos da la bienvenida a sus obtusas narraciones.

Sigue a este autor en: El Caos De Realidades


Prólogo

¿Cómo están, mis lectores? Acabo de retornar de una breve excursión por ciertos meandros lóbregos aledaños a mi cabaña, siempre recreando y puliendo, en solitarias peroratas, la próxima historia que he de narrarles. Como bien saben – o deberían inferir, con la simple lectura del título -, este libro no pretende enseñarte nada, su intención primordial es entretenerte, y si lo primero llega a darse, pues deben tomarlo como un aditivo enriquecedor y vivificante, un ingrediente encantador que surge en el momento repentino, cual estrella fugaz consagrando el cielo nocturno o aquel ocaso de ensueño que evitó el discurrir de tus pensamientos.

Cada noche, y sólo cada noche, regreso sobre mis pasos hasta mi morada, antes de rayar el alba. Mucho antes, creo yo, pues esta misantropía invasora vive a través de mí en conjunto a ciertos miedos que me asolan. La fotofobia – y el consecuente terror a cada crepúsculo que acontezca en mi vida - es sólo uno de ellos, y qué decir del irracional temor que padezco al aproximarse el solsticio de verano. El pavor que se apodera de mi alma al reparar en la presencia de un bebé parlante es inconmensurable, claro que aquello ha sucedido una única e infortunada vez, y más le temo a las cucarachas. Infaltable, por supuesto, es el espanto que me producen aquellos neófitos apasionados que tocan mi puerta o la tuya – es más probable que sea la tuya, pues mi hogar se halla distante a todo templo u estancia – o el susto inenarrable engendrado por la aparición de un triángulo isósceles en mis lucubraciones. Las plumas sin tinta no se quedan atrás entre estas menciones, no obstante, mayor es el horror que me posee el tratar con encolerizados mandriles o ver una mala comedia de adolescentes. Además de las supercherías engendradas por el misticismo barato o la magia convencional de autores brasileños y norteamericanos, también reservo ingentes porciones de pánico al ver The Exorcist, casi del mismo nivel que mi sobresalto al hablar del año 1889. Asimismo, el repelús que le atribuyen mis adentros al cenotafio de algún nigromante de renombre no conoce límites, llegando a igualarse, increíblemente, con el sobrecogimiento que me genera el toparme con un cubo de Rubik descifrado o mi dantesca y maldita triscaidecafobia. Mas no exentos de miedo quedan las carcajadas de los chacales o la idea de padecer de agorafobia, algo en lo que profundizaré más adelante. Y a pesar de las abadesas regordetas, de las estufas que no funcionan, de los urticantes celentéreos y de los agujeros de gusano – tanto en el espacio sideral como en mi humilde biblioteca personal -, no existe nada a lo que tema más que a la interacción con otros Homo sapiens.

Evidentemente, seguidores míos, hago referencia a nuestra especie. Poseo la infortunada condición, junto a todos vosotros, de ser humano, mas he de confesar, desde el recoveco más profundo de mis aposentos, que concebir aquello me resulta una empresa aterradora. Es más, la simple evocación de la frase me transporta a una dimensión peliaguda, con toda una caterva de mis congéneres – organismos nada silenciosos, y muy perturbados, por cierto – sitiándome. Y para aquéllos que atisban con suspicacia cada una de estas páginas, les otorgo la presente anécdota, sucedió tal y como he de mostrárselos, si la memoria no me es infiel:

Yacía mi retaguardia, vieja y olvidada, sobre el viejo poltrón de mi comedor, una noche de invierno. Por aquel entonces, un Priodontes maximus había arribado a mis dominios, uno de esos mamíferos nocturnos, exóticos bellacos hijos de todas las selvas, que gran parte de vosotros ha de conocer como armadillo gigante. Se había instalado sin preguntarme, y se había sentado junto a mí, con todo su caparazón descansando sobre el respaldar de mi poltrón. Ambos disfrutábamos nuestras respectivas meriendas con cierta premura, aquella que sólo las tinieblas y la angustia nos conferían. El extraño comensal manducaba con placer las hormigas que pululaban en el recipiente que se encontraba en su lado de la mesa. Por un breve periodo de tiempo, permanecí pasmado hasta los huesos, mas antes de detenerme a pensar en cómo se habían manifestado aquella criatura o el recipiente con los insectos, abandoné la lúcuma que me disponía a ingerir, y la observé, silente.

-Me han dicho que por aquí hay arañas. – El armadillo rompió el silencio con la más insospechada de las cláusulas. Las placas de su armadura empezaron a refulgir intensamente, bajo el cálido abrazo de la luz lunar.
-Tu hocico no te miente, intruso. Aquí hay arañas. ¿Pero qué haces aquí? ¿Y qué eres?... ¿No serás un pangolín?
-No soy un pangolín, retrasado. ¿Por qué siempre tienen que confundirnos? Soy un armadillo gigante, mas por ciertos lares me conocen como tatú, cuspón, pejichi, entre otros. Y no me hables de hocicos, que mi boca es muy fina y mi olfato el más eficiente.
-Lo lamento. Pero dime… ¿Realmente eres un armadillo gigante? Sí es así, deberías cuidarte, recientemente me enteré de que tu especie está en peligro de extinción. – Acoté, tratando de entablar conversación con tan insólito forastero.
-¡Esa información está criptográficamente más allá de tu capacidad cognoscitiva! ¿Cómo la obtuviste? – Preguntó el menudo monstruo, iracundo.
-Lo vi el otro día, en Animal Planet. – Repliqué, sin titubeos. Ciertamente, esa noche un rayo asoló mi refugio y posibilitó la señal de algunos canales de cable en mi viejo televisor en blanco y negro. Recuerdo haber estado cubierto con mi ajada y agujereada manta. Asimismo, recuerdo también, haber estudiado, muy aterrado, los reportes del clima de algunos canales, especulando, durante horas, las futuras catástrofes; y los reveladores monólogos de una fascinante dama, de enérgico volumen, que me ilustró acertadamente cómo gratificar a mis oníricas cortesanas, en esos parajes ilusorios que en los que me citan cada temporada... Dispénseme la abstracción, aquella tarde fue muy memorable.
-¿Animal qué?... No importa, mientras menos sepa de tu mundo, mejor. Ahora dime en qué habitación están las arañas.
-¿Para qué las quieres? Sí hay algunas, pero no me afectan, ni yo a ellas, ¿que pretendes hacerles? – Mientras formulaba mis preguntas, tuve la oportunidad de reparar en el recipiente vacío. “Monstruo asesino y glotón”, pensé, evocando a las fenecidas hormigas.
-Acabo de llegar desde Sudamérica. He devorado todas las cuevas de termitas existentes allende y aquende. Y bueno, también he estado deglutiendo diversas poblaciones de gusanos, larvas y hormigas. Mas no hace mucho que he cogido este antojo insaciable de arañas de todo tipo, y unos sauces criollos muy ancianos que conocí en la Reserva Natural Formosa me dijeron que este bohío albergaba a la última población de arañas tigre… No sé cómo llegaron hasta aquí, pero las quiero y me las comeré. – Sostuvo la informe bestia. Créanme cuando les digo, pacientes lectores, que ni por la más hermosa de las auroras habría esperado lo que estaba pronto a suceder.
-Esos arácnidos no le hacen daño a nadie, ¿por qué habría de dejar que los devores? – El armadillo se enrolló en un santiamén y, en menos tiempo del que te tomas en recrear estas líneas en tu mente, salió disparado hacia la mesa y se desenrolló en el aire, cayendo erguido, cual menudo duende, frente a mí.
-Porque de lo contrario, te devoraran a ti. Ahora dime en dónde están, ermitaño. – Alelado por el acontecimiento, no pude más que delatar a mis numerosas huéspedes.
-Están en la despensa. Anidan entre mis provisiones… Pero…
-¿La despensa? ¿Hace cuánto que no hurgas allí por suministros? – Preguntó, intrigado. Me había levantado y lo observaba, ahora estábamos frente a frente.
-Creo que dos días. Y es que todavía me quedan más lúcumas, primero he de terminarlas.
-Tonto, es demasiado tarde… Él se enteró demasiado tarde. Ya no hay nada que podamos hacer por ti. – El acorazado mamífero giró sobre sí mismo y prosiguió. – Que conste que todavía deseo engullir con profusión las arañas tigre… ¡Adiós!
-¿Qué? ¡Priodontes maximus, espera! – Mi súbito intento de retenerlo no bastó. El pequeño coloso se transformó nuevamente y huyó, destruyendo mi buhardilla e intensificando la luz del plenilunio en mi hogar.

Han de creer que hoy en día los armadillos han perdido incluso el más nimio ápice de formalidad, mas aquello era excesivo, una acción muy ruin y desgraciada para todo tipo de entes. ¿Qué demonios andaba mal con este animal? Enervado por la brecha que tardaría en reparar, olvidé la intrusión de la criatura y me dirigí hacia la despensa, presto a inspeccionar. A pesar de que el cingulado había escapado sin su merienda, andando a tientas conmigo bajo misteriosos intereses y demandas, había también encendido mi curiosidad, la cual pendía de un hilo entre el desasosiego y la demencia.

Paso a paso me iba adentrando en las profundidades de mi despensa, en una escabrosa odisea sin fin. El interruptor de aquella añosa habitación se encontraba en el fondo, mis resignados adeptos, invitándome a recorrer, sumido en las más insondables tinieblas, toda la despensa. La estridencia de los víveres rodando y chasqueando en derredor azuzó mi premura, iniciando una estrepitosa carrera hasta el corazón del aposento, iluminando el último y presentándome al tropel de la eventualidad menos advertida: una caterva de personas, despojadas de toda indumentaria, ingiriendo todas mis legumbres, pisando mis berenjenas, mordiendo mis sandías, manducando mis baguettes, atiborrando sus nefandos estómagos con mis ingentes porciones de camembert y gruyère, nadando entre mis reservas de vino y de maracuyá. Así permanece en mi recuerdo, y así es como lo cantan los vientos de esa noche, que soplaban con delirios de grandeza.

Tan pronto como los vi, eché a correr, no tan raudo como el hambriento armadillo, pero sí con la misma voluntad. Tan aterrado como aquel que acaba de presenciar a unas fieras informes danzando en el averno, o acaso aquel que se topa con un payaso resucitado en un aquelarre, pues si existe todavía un consejo sensato que puedo otorgarles, es que nunca se fíen de los payasos, y menos de los que ya han navegado por el Estigia.

Partí al sudeste sin volver hacia atrás, guiándome de las estrellas y aprovechando la nívea plenitud de la luna. Sin embargo, fue al arribar a una manigua cercana que me detuve a pensar, un umbrío paraje circundante a una vieja estepa por la que solía transitar, más allá del río. Dilucidar el propósito de tan enigmático visitante no era la más azarosa de mis dificultades, por el contrario, resultaba, en ese momento, la más insignificante. Concluí, improvisadamente, que las siete personas que se habían infiltrado en mi bodega eran las siete arañas tigre que allí pernoctaban, transmutadas por algún arcano sortilegio en los humanos que habían violado mi privacidad y aislamiento. ¿Pero por qué el armadillo gigante me habría atacado de esa manera? ¿Cómo estaba al tanto de mi peor pesadilla? ¿Y a qué demonios se refería antes de huir, al decir “ya no hay nada que podamos hacer por ti”? ¿Es que acaso hay una legión de canijos acorazados queriendo enloquecerme?

Permanecí siete días con sus noches en aquella manigua olvidada por las aves, uno por cada uno de los Homo sapiens invasores. Al despuntar el último día, emprendí el regreso, pues no podía hacer otra cosa, y no tenía otro lugar al que ir. Claro que el terror reinaba, engendrando los desenlaces más desgraciados, difuminando los asaltos de lucidez, ennegreciendo cada vez más mi corazón, hasta mi retorno. Salvo la ausencia de mi buhardilla y el caos encarnado en mi almacén, no quedaba rastro de nada. No me tomó mucho tiempo reparar y reabastecer todo, mas la incógnita persiste, y yo sigo aquí, sosegado, habituado al sempiterno miedo, hablándoles, solo.

¿Y bien? ¿Me van a decir ahora, mis estoicos seguidores, que no tengo porqué refugiarme en esta cabaña? La compañía de otros seres sólo me ha traído aflicciones, frustraciones y desamores, y el ejemplo precedente sólo ha sido el más aciago de esta centuria. A modo de ilustración, nuevamente, podría hablarles acerca de mi extremo pavor a padecer de agorafobia, del cual hice mención, líneas atrás. El simplón escenario de un individuo que teme exagerada y angustiosamente el encontrarse solo en un espacio abierto podría devenir en un episodio fatal para mí. De antemano ya tengo casi anulados los días, pues la luz, tanto la del mundo como la que yo mismo emano, mantiene una alianza – sin mi consentimiento - con mis fobias. Entonces, ¿qué sería de este desdeñado eremita, que no puede ni con la luz misma, si también le fuera privada la posibilidad de escapar? No pretendo despertar vuestra compasión, mis adeptos, ni tampoco envenenarlos con mi pánico o mi abulia, sino exponerles sin tapujos, el porqué de mi proceder.

La fatalidad es brutal, y la brutalidad, real. En vista de eso, he optado por la que es para muchos de vosotros, seguramente, la alternativa más pusilánime, pero que para mí se traduce como la más acorde con mi espíritu, abandonado e indiferente: exonerarme del mundo, errar hacia los espacios más remotos y ocultos, e iniciar, sumido en la soledad más absoluta, estos relatos, con los que planeo deleitarlos, hasta que un rayo destruya mi cabaña y me haga polvo, o probablemente hasta que lleguen los machiguengas en su autoexilio al olvido y me eliminen. Quizá hasta que me destierren cuando empiecen a filmar aquí el remake de Predator, o tal vez hasta que los zombies de todos los santos se manifiesten en mi morada e ingieran mi cerebro por ser una criatura tan profana, claro que también podría volver ese maldito armadillo y terminar su trabajo. Quién sabe, tal vez pueda terminar este libro antes de que alguna de esas supuestas – y funestas -eventualidades se den.

Esto lo hago por ustedes. Y sé que ninguno de vosotros lleva un 666 entre el cabello, ni yo soy una nana entregada al Anticristo, pero es cierto. Lo hago por ustedes porque sé que esperaban más de mí. Sé que lo adverso demanda más de mí. Pero yo no puedo. Por ello hago este último esfuerzo, mostrándoles que realmente puedo hacer algo bueno en mi soledad, empleando toda mi voluntad. Sólo así pretendo excusar mi egotismo y mi miedo al repudio, sólo así pretendo salvarme, obsequiándoles estos relatos, engendrados con los últimos retazos de mi juicio, con lo poco que no ha sido sustraído de mis adentros, con el fulgor intermitente de mi alma.

Dispénseme ustedes la ausente bizarría, prometo contarles cada historia con la pasión más elevada. Han de seguir mis palabras, y han de creer en lo que transmito, aquellos que realmente comprenden. Ahora no he de molestarlos más, y me despido, deseándoles un viaje de leyenda por estas páginas, una vida muy plena y recordándoles que mi aprecio por vuestras almas esta exento de impurezas y es el más desinteresado y verdadero.

El eremita imposible.

- Prólogo del libro "Cuentos obtusos narrados por un eremita imposible" (2009 D.C.) - Editorial: Teorizaciones Lapidus (Notenemosfémur).

viernes, 11 de septiembre de 2009

Julieta, Carlota y las Tijeras

Autor: Zuresh

Descripción: A veces, y como veremos en este relato, el poder de las palabras sobrepasan nuestra imaginación.

No era la primera vez que Julieta sentía ganas de llorar de rabia. Se elevó la temperatura de su cara, la hinchazón en sus ojos se hizo aún más notoria, y aunque fisicamente no se pudieran ver salir las lágrimas de sus ojos, cualquiera que le hubiese visto la cara habría notado que lloraba. Pero no de pena, sino de una inmensa y bestial rabia. Una rabia poco sana. Hay que decirlo.

Frente a su ojos Carlota, la más hermosa de sus compañeras de curso lucía un atuendo algo perturbador. Por sus muñecas se deslizaban mágicas dos hileras de sangre que goteaban insolentes sobre el piso blanco del baño de mujeres. Con los ojos distraídos Carlota intentaba mantenerse en pie frente a Julieta, la más horrenda de sus compañeras de curso.

En un silencio espectral, la rabia de Julieta y los suspiros finales de Carlota se entremezclaron en una sinfonía caótica, pero imperceptible para los oídos humanos. Los cuerpos estáticos de las jóvenes acompasaban la melodía del día más fatídico de sus vidas.

Hija de puta. Las palabras de Julieta pusieron fin al compás odiosa de sus silencios. Apretó fuerte las tijeras que llevaba en su mano, pensó en pasearlas por el estilizado cuello de Carlota, pero calculó que de esa forma la estrategia del suicidio se le caería al suelo. Las abrió y las hizo sonar, generando un sonido tan agudo que le erizó la piel.

Jadeante Carlota comenzó a caer, primero las rodillas, luego el estómago, finalmente su rostro se deslizó lentamente en las valdosas, que a esas alturas lucian bañadas de sangre, de su propia sangre. Pensó en Julieta y en su fealdad, también pensó en su propia fealdad, esa fealdad que la llevo a la muerte. Jamás se imaginó que vendría la inocente fea a cobrarle todas sus humillaciones, no creyó tampoco, que mientras fumaba a escondidas en el baño, llegaría Julieta la fea a cortarle con fuerza las muñeca con una filosa tijera plateada. Tampoco se vio muriendo sin gloria en el baño del colegio. Será el infierno, pensó. Finalmente, intentó dar un grito, un estallido de voz que delatara a Julieta, pero ya no tenia fuerzas, el último sonido que escuchó fue la risa vengativa Julieta, la fea.

Cuando Julieta notó que Carlota ya no la molestaría más, le puso las tijeras en la mano derecha. Antes de salir del baño no se miró al espejo, porque sabía que era fea y que no necesitaba de la vanidad para andar por el mundo. Atravesó el pasillo en dirección al salón de clases, entró discretamente. El profesor ni siquiera la miró, pero en el fondo de la sala Rodrigo gritó, ¡llegó la fea! y todo el curso soltó una carcajada que le golpeó en la cara. Antes de sentarse miró fijo a Rodrigo y lamento haber dejado sus tijeras en el baño de mujeres.
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lunes, 17 de agosto de 2009

El laboratorio

Autor: Notrya

Descripción: Un joven iluso creé poder demostrar que no hay nada que temer en una misteriosa casa abandonada...su amigo, y posible rescatista, aprendera que no hay nada que temer excepto a nosotros mismos.

Era tarde, cuetes por todos lados y gritos diciendo - Feliz navidad – yo y unos amigos nos dirigimos por ahí sin rumbo, a la altura del parque divisamos una casa totalmente apagada, sin luces navideñas, sin ni siquiera una luz prendida, totalmente vacía, se me escarapelo la piel pues nunca vi esa casa en todo el tiempo que viví por ahí.
Jorge dijo – No sean miedosos, yo voy a entrar para que vean que no da miedo, Jorge resultaba ser el más macho de todo el salón , totalmente atrevido a cualquier reto , entró a la casa , paso más de 30 minutos y todos asustados por la razón que Jorge nunca volvía , en son de broma dije
– Seguro el imbécil se murió del miedo en esa casa – pero nadie se rio porque en ese momento escuchamos un grito , pero no cualquier grito , un grito desgarrador , de esos que te hieren. Comenzó la carrera, todos disparados huyeron del lugar, excepto yo, tal vez no me moví por miedo o tal vez por la única razón que supuse que me había imaginado el grito. Me quede parado algo de un par de segundo, pero reaccione, me pregunte en vos alta - ¡¿De dónde carajo vino ese grito?¡ - armando del valor (cosa que para mí es una sensación extraña) decidí entrar , pensaba que Jorge solo trataba de asustarnos , por suerte tenía una luz de véngala y la prendí dentro de la casa , arriesgándome a un incendio seguro , camine por la casa , todo estaba muy sucio ( parecía que nadie había estado ahí hace años ) , seguí por un pasillo totalmente adornado de cuadros con imágenes de personas que desconocía quienes eran , pero lo extraño era que me miraban fijamente ,( como si estuvieran vivas ), camino , llego a un puerta , la véngala estaba a punto de apagarse , saque mi celular y active el mondo video (lo cual activaba una luz) , abro la puerta y veo que hay escaleras dirigiéndose para abajo , parecía que me llevaba a un sótano , me asuste mas cuando escuche que del sótano sonidos , como si movieran cosas , supuse que eran ratas y continúe mi recorrido , gracias al celular que me ilumino cada escalón , pero me tropecé y caí rodando , mi mente se nublo , desperté y me pare, estoy todo adolorido y sucio.Veo que mi celular sigue en mi mano (lo cual me parece extraño pues juro que se me callo cuando me tropecé , pero no le tome importancia ) , volteo y miro con horror a Jorge(o creí que era el ) tirado en el suelo , pude ver claramente que tenia cortes por todos lados , sus manos parecían trapos , todo el piso estaba manchado de sangre y yo también , corrí , o pensé que estaba corriendo ,¿ porque mis piernas no respondía ? , sigo mirando el cuerpo inerte de Jorge, sangrando, se me paralizo la respiración al ver que mis manos también hallaban manchadas de sangre y sin darme cuenta mi celular estaba grabando todo.Por fin reaccione y me di cuenta que me encontraba solo , mire el suelo , no estaba Jorge , no había sangre , no había nada , todo me lo había imaginado ….Creo…. camino pero estaba totalmente desubicado , no tenía mi celular , no lo encontraba , a tientas camine y toque una perilla , la gire y entre a un cuarto totalmente iluminado , miro por todos lados y veo una camilla , cuchillos , sangre , a Jorge ….
Un momento , ¡A Jorge! .
Jorge estaba parado, observándome de una manera inusual, parecía un maniquí, lo quede mirando como esperando que me dijera algo pero yo fui el que hablo primero.
-Que paso Jorge.
-Bienvenido
-Ah?
-Bienvenido
-¿A dónde?
-Al laboratorio
Todo se me nublo, no sé cuánto tiempo habrá pasado, debe haber sido una eternidad, por fin despierto.
-Veo que ya despertaste.
-Ah? –pensé. No podía hablar, no sé, no podía hablar.
-Tranquilo, veo que a un no puedes hablar, es lo más lógico, recién te estamos perfeccionado.
-Ah? – me dije en mi mente, baje la mirada y me vi totalmente amarrado con correas y rodeado de sangre.
-Veo que aun no lo entiendes, te explicare, tu ¨amigo¨ entro a este mismo cuarto, tuve que matarlo para poder perfeccionarlo, pero fallo , no era merecedor del don de perfeccionarse y ahora solo es un experimento fallido, pero tú, a ti te conseguí vivo, solo tuve que golpearte por la espalda y empezó la operación, me resulto muy difícil, pero lo conseguí, y veme aquí, hablando con mi creación.
Me sentí confuso, no entendía nada, como que me perfecciono, como que mato a Jorge, no entendía nada.
-Que emoción, por fin logre completarte, debo recibir un premio por este experimento, pero al menos te regeneras rápido, no eres como el numero 2 , te contare , hace 4 años me vine a vivir acá , tuve que raptar a un chico casi de tu edad , claro , solo lo hice en nombre de la ciencia , lo mate y empezó el tratamiento , lo conseguí o eso creí , numero 2 se volvió loco y prendió fuego a la casa , tu ve que matarlo para que no hiciera más estragos , pero luego me arrepentí , me demore como 1 año en perfeccionarlo , pero ahora , que tengo practica , lo hice en menos de 4 meses , tuve que cambiarte el rostro pues la policía te esta buscando a ti a tu amigo , estuvieron buscando en esta casa , pero por suerte no te hallaron .
No entendía nada de lo que me decía.
-Toma – me alcanzo un espejo.
Lo que vi fue horrible, era una especie de maniquí hecho de cera o algo por estilo, totalmente desfigurado , no tenia boca , no era yo.
-Eres maravilloso , eres la perfección absoluta .
-¡¿Perfección?! , acaso este idiota creo que esto es perfección, esta descerebrado o que – sentía ira, -Es una pesadilla, es una pesadilla me decía. Mi ira era tanta que rompí las correas y me abalancé sobre el tipo, no me demore mucho en romperle el cuello y sentí una sensación de sacarle la mandíbula, y así lo hice, lo mate, lo hice sangrar, tal como hizo conmigo.Hui de ese lugar, no tenia rumbo, me di cuenta que no tenía un lugar donde vivir, era una monstruosidad, mas solo me quedaba algo, un lugar donde vivir, necesitare mas igual a mi para no sentirme solo y el unico lugar para hacer mas a mi es el laboratorio.

martes, 30 de junio de 2009

Odio

Autor: LJ-90

Observa por la ventana y ve a un hombre apoyado en la pared, le falta un pie, el tipo esta sonriendo y fuma lentamente un cigarrillo, nada lo distingue de los demás.¿Como puede vivir así?, le falta una parte del cuerpo, pero se encuentra feliz en la calle, con sus amigos y comportándose como todos los otros.

Lo odia.

Odia el hecho que pueda sentirse normal siendo anormal, así que aleja su vista del sujeto, el carro en el que se encuentra sigue su camino marcado, se encuentra en el asiento del copiloto, Dios sabe que conducir es un mal necesario, pero el nunca ha sido de gustarles los males, por más necesarios que sean papa, recordó haberle dicho a su padre infinidad de veces cuando este intentaba enseñarle a conducir.El carro se detuvo en otro semáforo, esta vez un chiquillo se paró en la ventana, tenía una traza roja, y sucia, entre sus muñones, el niño estaba falto de ambos brazos, de los codos para adelante no había nada, solo aire.

Sintió que estaba listo para vomitar, que asco, ¿como alguien podía vivir así?, observó los ojos del pequeño, esta feliz, aún era inocente, y lo odia por eso.

El motor ruge una vez más, más cerca de su hogar esta vez, pero otro semáforo los vuelve a detener, su mujer voltea con el ceño fruncido.

-Podrías decir algo sabes- le reclama, no debe ser un buen acompañante, pero ahora se encuentra demasiado ocupado viendo a las personas de la calle, otro de ellos capta su atención, una mujer mayor esta vez, hace mucho pasó el umbral de los sesenta, le quita el aire a los vivos pensó por un momento, la inmensa cabellera blanca de la mujer esta atrapada en una cola de caballo mal hecha, la señora se acerca al vehiculo, esta en una silla de ruedas, le faltan ambas piernas, de rodillas para adelante no hay nada, pero recibe una propina de parte de su mujer y sonríe, feliz de que hay alguien con un buen corazón en las calles.

Y la odia por eso.

¿Como alguien como ellos pueden ser feliz? ¿No sienten como los miran el resto de personas? ¿Como los miran gente como él, con pena y hasta veces asco, o es que simplemente no les importa? ¿Como pueden vivir así? ¡¡¡¡¡ ¿COMO?!!!!!

El auto se detiene al frente de su hogar, su mujer sale primero y el se queda dentro, esperando con la cabeza baja, su mujer le abre la puerta y lo carga, sentándolo en la silla de ruedas, los muñones en sus piernas y brazos colgando placidamente mientras se encuentra levantado.

Y se odia a si mismo.

domingo, 15 de febrero de 2009

La Cena

Autor: LJ-90

Descripción: Un hombre, manejando por un bosque, escucha la noticia de un canibal que ha escapado de prisión..

La noche engullía el pequeño camino que mi viejo automóvil negro de cuatro puertas recorría, pisé fuertemente el acelerador mientras intentaba calmar mis pulmones, mis dientes chirriaban por el frió, podía sentir la tela de mi polo pegada a mi piel, maldita lluvia maldije por tercera vez.
La radio recitaba una vieja canción, pero, Dios sabe porque, la melodía llegaba entrecortada, ¿Tenía algo que ver con la lluvia, o tal vez se debía a que me encontraba a media hora del pueblo más cercano?
Tal vez era eso, no pude evitar sentir que me encontraba en medio de una muy mala película de terror, de pronto aparecería algo de entre las sombras, algo que me haría batallar por mi vida.
Aquella idea me arranca una sonrisa, que absurdo, soy un graduado universitario por amor a Dios, no podía comportarme como un adolescente y pensar que en cada vuelta de la esquina lo horroroso me estaba esperando, la mujer cantando en la radio pronunciaba cosas inteligibles, una pena, la canción era prometedora, cambiar de estación suena como una buena idea, la maldita lluvia sigue golpeando el auto, estúpida lluvia y su característico Toc Toc Toc.
-Y un anuncio para todos los pueblerinos, el monstruo de Riverdale, que nuestro cuerpo de policía se jactaba de haber capturado fácilmente, ha escapado de la celda a la que había sido confinado por haber asesinado a múltiples adolescentes, y posteriormente, en un acto de inhumanismo atroz, había ingerido los cuerpos.¿Tan inútil eran los policías?, hasta donde podía calcular ese hecho había ocurrido ya hace más de dos horas, ¿y recién en este momento avisaban al pueblo? Ese tiempo sería suficiente para que el asesino cometa otra de sus atrocidades.
Pero, ¿se le podía llamar así?, ¿atrocidades?, ¿demente?, ¿monstruo?, después de todo, ¿cual era su verdadero crimen?, haber asesinado a personas, que de todas formas iban a morir, ¿habérselas comido?, un hombre castigado por practicar un gusto fuera de lo común, claro, los homosexuales también eran perseguidos, así que suponía debía ser algo inherente de nuestra propia raza, perseguir a los que no son iguales.Claro que no defendía aquellos actos, lejos de eso, Toc Toc Toc, la lluvia continuaba, el pequeño camino que me encontraba recorriendo ya había dejado de ser carretera, se había vuelto un conjunto de piedras y tierra nada más, los árboles que rodeaban el sitio parecían agrandarse por minutos, ¿Qué fue eso?; por un momento me pareció ver a alguien en las sombras, observándome.
El auto se detuvo por un momento, nada de que preocuparse; yo hice que dejara de moverse, a lo lejos se dejaba ver un auto de policía, si pasaba por ahí un idiota me detendría solo para empezar a hablar de que tan peligroso era ir solo en una noche como esta, con tantos locos sueltos y demás; deduje que lo mejor sería tomar un camino alternativo, claro que era más accidentado y metido al bosque; pero por lo menos no perdería media hora escuchando a alguien que lo único que quiere es que le suelten dinero.
Necesitaba llegar lo más rápido posible a la cabaña de todas formas.
El auto volvió a avanzar, y por unos segundos sudé al ver que el camino era aún más accidentado de lo previsto, ¡tenía más piedra que tierra! , pero nada de eso importaba ya que la silueta en las sombras no abandonaba mi mente; ¡allí esta!, podría jurar que vi algo; pero no, no pienses tonterías, no hay nadie ahí afuera, ningún peligro en el bosque.
Tengo tanta hambre que mi estomago esta rugiendo, tal vez cuando llegué a caza me prepare un bistec, una porción de ensalada y un buen vino para acompañar; un ruido se escucha en las sombras, ¿por qué el auto se detuvo?, al bajar puedo ver que una llanta se ha desinflado, demonios, pero; no estoy tan lejos de casa; si camino estaré ahí en unos cinco minutos.
Otra vez se puede escuchar aquel sonido, como los pasos de alguien rompiendo ramas caídas bajo sus pies; ¿por qué me pongo nervioso?, ¡Esta no es una película de terror maldición!, debo empezar a tranquilizarme, casi sin darme cuenta me encuentro caminando rápidamente, prácticamente corriendo,
Y por instinto volteó cada minuto, solo para asegurarme que sigo solo en el bosque, volteo una vez, no hay nadie allí; segunda vez, sigo solo; tercera vez…
Unos ojos rojos me observan desde las sombras, un brillo resplandece en la oscuridad y de pronto los ojos han desaparecido, el miedo esta empezando a apoderarse de mí, respira hondo, no pasa nada, no pasa nada...
¿Si en serio no pasa nada, por qué tengo que repetírmelo constantemente?
No interesa, no hay que pensar más en ello, sigue tu camino; ignora aquel horrible sonido de jadeos alrededor tuyo, la luna ilumina la parte del bosque donde me encuentro; pero de alguna forma macabra, se niega a iluminar las sombras parecen quisieran engullirme.
Puedo ver la cabaña, ya estoy cerca, pero los jadeos animalescos también, puedo oírlos como si estuvieran a mi lado; debe ser algún animal- eso espero- la puerta de la cabaña esta abierta, ¿me olvidé de cerrarla?, estaba seguro de haberla cerrado fuertemente antes de salir, otra bocanada de aire, ¿por que me empezaba a sentir asfixiado?
Camino más rápidamente de lo que me gustaría aceptar y ahora estoy delante de la puerta, esta semi abierta y no puedo ver nada adentro; me invita a pasar pero temo cruzar el umbral y encontrarme con algo horroroso dentro, con alguien sentado allí, esperándome...
Abro la puerta intentando hacer que mi mano deje de temblar, si moriré me iré con la cabeza en alto, hay un momento en el que la sala se encuentra en total oscuridad, estiró mi brazo y prendó el interruptor de la luz.
No hay nadie allí.
Sonrio un momento y termino por estallar en carcajadas, tanto miedo y paranoia por nada, moviendo mi cabeza de un lado a otro cierro la puerta y camino tranquilamente hacia la cocina, deteniéndome a ver a la chica que esta amarrada ahí.
Me acerqué a la mujer con el corazón golpeando fuertemente mi pecho, agarrando un cuchillo antes de hablar.
-Es hora de cenar...

domingo, 18 de enero de 2009

La niña de las Iglesias

Autora: Bibiana
Descripción: Un taxista recoge a una chica que le pide un curioso, y tenebroso, favor...

Aunque parecía una noche como todas esta era especial, mas fría; más obscura. El sol empezaba a hacerse presente en el horizonte cuando un taxista que regresaba a su casa después de todo un día de arduo trabajo, en la calle no parecía haber siquiera un alma, pero al pasar frente al cementerio general de la ciudad se percató que una chica lo llamaba, éste se siguió pensando que ya estaba muy cansado y que era muy tarde para hacer otra dejada. Sin embargo reflexionó y pensando en su sobrina de 17 años que fue violada y asesinada 3 años atrás.

“Pobre, no la puedo dejar ahí expuesta a Dios sabe que miserable”- reflexionó el conductor, en un instante retrocedió su taxi hasta llegar a la muchacha.

Debía tener 18 años, 19 recién cumplidos a lo mucho. Al contemplar su rostro, el taxista sintió un frío intenso y cierto sobresalto, al que no le dio importancia, pues la niña era dueña de un rostro angelical, inspiraba pureza, de piel blanca, muy blanca, cabello sumamente largo, era delgada, facciones finas, con unos ojos grandes, azules, pero infinitamente tristes, tenía un vestido blanco, de encaje, y en su cuello colgaba un relicario bellísimo de oro, que se veía de época.
El taxista acongojado le preguntó a dónde la dejaba, y le dijo que quería que la llevara a visitar 7 iglesias de la ciudad, las que él quisiera, su voz era suave, muy triste, pero dejaba notar un timbre muy extraño, que le dejó una sensación de miedo y misterio.
En un intento de ahorrar tiempo, el taxista la llevó a cada una de las siete iglesias sin replicar, en cada una pasaba cerca de 3 minutos y salía con una expresión de serenidad, de tranquilidad, pero sin abandonar de sus ojos esa mirada de infinita tristeza.
Al final del paseo, ella le pidió un favor. "Discúlpeme si he abusado mucho de su bondad, mi nombre es Alicia, no tengo dinero para pagarle ahora, sin embargo le dejaré este relicario, y ¿podría hacerme un último favor? Vaya a la colonia Reforma # 9816, calle Cubanos zona Centro. Ahí vive mi padre, entréguele mi relicario y pídale que le pague su servicio, ah, y dígale que lo quiero y que no se olvide de mí. Déjeme donde me recogió por favor.
El taxista se sintió como en un trance, en donde actuaba automáticamente a la petición de la chica, y la dejó ahí, frente al cementerio. El hombre se fué a su casa, se sentía mareado, le dolía intensamente la cabeza, y su cuerpo le ardía por la fiebre que empezaba a tener, su esposa lo atendió de ese repentino mal, duró así casi 3 días.
Cuando al fin pudo reaccionar y se sintió mejor, recordó su última noche en el taxi, recordó a la niña angelical de las iglesias, y recordó su última petición, que le hizo sentir un escalofrío intenso que hizo que se petrificara de pies a cabeza, aunque él no comprendía nada, pensó "qué raro fue todo, seguro se fue de su casa, o tiene problemas, pero, ¿por qué en el cementerio? ¿Quien era?, ¡¡ El relicario!! ", sí ahí estaba, sobre su mesita de cama, el relicario de Alicia, que ahora tenía restos de tierra. Se paró como un resorte, tomó su taxi y fue a la dirección que le diera la chica, pero no con la intención de cobrar, sino de descubrir, conocer, aclarar la verdad detrás de ese misterio que le inquietaba, que le estremecía, que no quería ni pensar. Tocó, era una casa grande, estilo colonial, vieja, entonces abrió un hombre, de edad avanzada, alto, de aspecto extranjero, con unos ojos... sí los ojos de Alicia, así de tristes. El taxista le dijo "Disculpe señor, vengo de parte!de su hija Alicia, ella solicitó mis servicios, me pidió que la llevara a visitar siete iglesias, así lo hice y me dejó su relicario como prenda para que usted me pagara".
El hombre al ver la joya rompió en llanto incontrolable, hizo pasar al taxista y le mostró un retrato, el de Alicia, idéntica a la de hace 3 noches. ¿Es ella mi Alicia?, le dijo el hombre, "Sí, ella, con ese mismo vestido"."No puede ser, hace tres noches cumplió 7 años de muerta, murió en un accidente automovilístico, y este relicario que le dio fue enterrado con ella, y ese mismo vestido, su favorito... hija, perdón, debí hacerte una misa, debí haberme acordado de ti", debí..."
El hombre lloró como un niño, lloró y lloró, el taxista estaba pálido, pasmado de la impresión, "había convivido con una muerta" eso lo explicaba todo. Volviendo de su estupor, le dijo al padre de Alicia, "señor, yo la vi, yo hablé y conviví con ella, me dijo que lo amaba, que lo amaba mucho, y que no se volviera a olvidar de ella, creo que eso le dolió mucho".
El padre de Alicia recompensó al taxista, le regaló toda una flotilla de taxis para que iniciara un negocio, todo en agradecimiento por haber ayudado a su niña adorada a visitar las iglesias en su aniversario fúnebre.

miércoles, 7 de enero de 2009

Despertar en el desierto

Autor: LJ-90

Descripción: El narrador de esta historia, perdido en un desierto, hace un terrible descubrimiento...

No estoy seguro de cómo llegué allí, lo ultimo que recuerdo es……nada.

Me levante apoyándome primero en mis piernas y luego en mis manos y, como por instinto, me encontré dirigiéndome al sur.

En vista de que por lo menos mis piernas sabían a donde me dirigía me tomé unos minutos para apreciar mis alrededor, no estando seguro de el porque de mi fascinación con el lugar. Sin importar a donde mirara, el inmenso mar de tierra casi anaranjada era igual. Era obvio que no había ningún ser vivo por los alrededores, pero mi fascinación no menguaba; quería saber a donde me dirigían mis piernas.

El cielo estaba de un color azul claro, poquísimas nubes acompañando el panorama. Ya debería de haber caminado un largo trecho bajo el sol, ya que mi cabeza me estaba pesando y exigía un descanso. Al parecer el resto de mi cuerpo se negaba a la idea visto que seguía en mi camino. Mi mente gritaba que me parar, que lo que me esperaba más allá exigiría que estuviera bien descansado; tanto física como psicológicamente. Pero otra vez mis desobedientes miembros inferiores siguieron su voluntad.

Entonces lo vi, en medio de aquella llanura, en el horizonte, donde el cielo parecía fundirse con la tierra. Un túmulo.

Allí es donde, me di cuenta, me dirigía; a pesar que un repentino viento empezó a soplar en mi contra, casi como si la propia naturaleza quisiera alejarme de allí. Más tarde, ya en casa, no pude evitar pensar que lo mejor para mi cordura hubiera sido hacerle caso a aquellas extrañas señales. Pero en ese momento no pensaba; y al llegar a lo alto de aquél extraño túmulo hice el peor error de mi vida, una que me perseguirá el resto de tiempo que me queda, mire que había más allá.

Los horrores de los que fui testigo son indescriptibles en su totalidad, por ello solo narrare los más resaltantes. Pero por mucho tiempo me pregunté como seres tan horrendos habían pasados desapercibidos por tanto tiempo, pero me estoy adelantando a los hechos.

Debo decir que mi primera impresión de estos enigmas fue de maravilla, parecían encontrarse en una especie de ciudad donde, todos estaban quietos. Estas criaturas eran bípedas, como tu o yo, parecían no haber notado mi presencia ya que al siguiente instante habían retomado sus actividades. Aproveche este momento para poder estudiarlos con más detenimiento.

Parecían estar divididos en dos grupos me di cuenta, ya que algunos caminaban erguidos y otros casi rozaban el suelo con lo que asumí eran sus manos. Los altos, que es como llamare a los que caminaban erguidos, tenían sus propias diferencias entre ellos; ya que se vestían con dos tipos de ropa distinta, supuse que sería para distinguir machos de hembras pero yo nunca pude ver ningún signo de sexo en esas horribles criaturas.

Los bajos por el contrario se vestían de forma idéntica, solo variando los turbantes en sus cráneos. ¡Esos horribles y deformes cráneos! En estos habían 7 orificios en total, pero nunca me aventure a si quiera imaginar para que podían servir.

El horror comenzó en aquel momento, cuando otro ente apareció. Este era más alto que el resto; pero su símbolo más distintivo era su extraña armadura, hecha de un material que nunca había visto antes, en su pecho tenía un aún más extraño símbolo que parecía estar compuesto por cuatro rectángulos. Tanto los altos como los bajos observaron al recién llegado, notando algo que yo fallé en ver al principio. Aquél no estaba solo sino que tenía a una hembra, supuse, atrapada en sus deformes garras.

Empezó un discurso en una lengua totalmente desconocida para mí. Mientras hablaba, ahí descubrí que uno de los orificios servía para el habla, sacudía a la hembra. Esta tenía sus ropajes destruidos, mostrando unos horribles ¿muslos? Del color del desierto, pero con tonalidades moradas. Cuando se termino el discurso el pueblo, si es que se le puede llamar así, emitió un chirrido espeluznante. Empezaron a rodear a la hembra, que ahora estaba sola. Las criaturas alzaron objetos del suelo y atacaron, emitiendo algo parecido a una risa macabra mientras celebraban una orgía de muerte y sangre.

De inmediato huí del lugar, preguntándome como unos seres tan deformes y horribles podrían haber pasados desapercibidos por siglos, ya que algo dentro de mí me decía que eran tan antiguos como el planeta mismo.

Continué mi huida convencido que estas abominaciones debían ser aniquiladas y, mientras contemplaba como hacer esto, recordé como se les designaba en aquellos libros de lo oculto que tanto me gustaban leer de joven.

Se les llamaba……humanos.